Hoy os traigo otra de esas maravillosas historias para no dormir que os van a dejar pensando que la pobre Sad Sonnet es estúpida. Resulta que el domingo yo tenía una comida familiar en Bañugues, Luanco, para celebrar el santo de media familia, incluido el mío. Y con motivo de la celebración, ocurrieron una serie de circunstancias que me mandaron literalmente a tomar por culo.
Yo tenía que llevar el coche hasta Bañugues ya que mis padres no podían pasar a por mí, pero al final llevé también a mi primo (el pequeño, el de 30 años), que no había dormido nada y que me estuvo whatsappeando desde las once de la mañana. Yo a estas alturas de la vida debería saber ya que la batería de mi HTC no da para tanto, pero siempre me confío demasiado. A lo largo del día siguió echando humo el pobre, porque mis colegas estaban de parrillada y yo, en teoría, iba a ir con ellos de parrilla-cena cuando acabara con la familia. Ahí viene el drama.
Salí de Bañugues más o menos a las siete de la tarde, creyendo que mi sentido de la orientación y yo seríamos capaces de estar en Lugones a las ocho, previa parada en casa. Ahí me hice la primera nota mental:
Error número 1: Nunca confíes en tu sentido de la orientación. Me perdí a la salida de Luanco y tuve que dar la vuelta en una carretera rumbo a ninguna parte.
Paré en casa y le mandé un whatsapp a uno de mis amigos, a ver si seguían en Lugones. No, no estaban. Estaban en un pueblo, llamado Bolgues, en dirección a Grao. Hice caso a mi amigo, puse en el GPS del móvil el nombre del área recreativa, y me puse en marcha. El problema es que me indicó que cogiera la salida 14 rumbo a Nosédónde, y yo sólo veía la 13, así que decidí que estaría un poco más allá. Segunda nota mental:
Error número 2: Te he dicho que NUNCA confíes en tu sentido de la orientación, Sad Sonnet. Ahí se me desubicó el GPS y nunca jamás volvió a encontrarse.
A estas alturas de la película estaba empezando a cabrearme, porque encima el GPS del móvil había entrado en huelga de silencio y ubicación, así que entré en la primera salida de Grao, di la vuelta en una rotonda providencial, y cogí el rumbo contrario, a ver si encontraba la salida 14. Se me apagó el móvil. Nota mental número 3.
Error número 3: Nunca confíes en la batería de tu móvil de mierda.
Y yo ahí en el coche. Sola, sin poder llamar, y lo peor, perdida en los aledaños de Grao y temiendo morir sin haberle dicho a mi colega que me cago en la puta que parió a sus ideas de explorar Asturias. Cogí la salida 14, que era lo único que sabía a ciencia cierta, y en el primer pueblo que encontré, giré a la izquierda donde me salió a mí de los cojones, volviendo a repetir la nota mental número 1. Aparecí en una calle de sentido único (en la que, por supuesto, yo iba en sentido contrario) quedando atrapada entre una fila de coches que subía y una pared de piedra. Un señor amable me indicó que había un entierro. Pues nada, voy a seguir cagándome en todo Grao mientras espero a que salgan todos.
Cuando conseguí dar la vuelta, diez minutos después, busqué al único habitante vivo que quedaba por allí, que muy simpático él, me indicó cómo llegar al pueblo de mierda donde estaban estos cabrones. Me indicó mal. No se acordó de decirme que al final de la carretera había un desvío, ni qué camino tenía que coger, así que me la jugué mientras mentalmente sólo repetía algo como:
«Me cago hasta en su puta madre, como no sea por aquí doy la vuelta y no vuelvo a salir de mi casa hasta que alcance los 67 y me jubile».
Milagrosamente acerté. Llegué una hora y cuarto tarde. Mis amigos me decían no sé qué de que iban a llamar a mi casa, de que había un helicóptero y a ver si me había pasado algo, y cosas así. Cómo me conocen. Cuando les conté la historia se rieron de mí, los muy cabrones, sin tener en cuenta que yo pasé miedo a morir en grao sin darles una hostia a cada uno por no saber ya que a mí no se me puede dejar sola.
Y esta es la historia de cómo Sad Sonnet se dio cuenta de que es estúpida y no sabe orientarse.
Sad Sonnet.